Jueves 11 de Febrero de 2016.- “Somos libres, seámoslo siempre, y antes niegue sus luces el sol, que faltemos al voto solemne, que la patria el Eterno elevó…» Hincho el pecho y con la mano en el corazón entono el coro de nuestro sagrado himno nacional y hoy, que estamos a puertas de participar en un nuevo proceso electoral democrático, reflexiono sobre nuestra libertad y me pregunto: ¿Somos libres? ¿Libres?… ¿Para qué?
Somos libres para renegar y maldecir por todo aquello que no nos parece bien. Somos libres para levantar nuestra voz de protesta y el dedo acusador (desde la comodidad de nuestro hogar u oficina). Somos libres para elegir y para aceptar o desistir de ser elegido. Somos libres para tirar la primera piedra…y la segunda y la tercera (Y esconder la mano). Somos libres para hacer proselitismo y gritar arengas por el candidato que mejor nos parezca (o convenga). Somos libres para el desanimo, el pesimismo, la depresión y la pereza.
Somos libres para educar a nuestros hijos como mejor nos plazca (aunque sepamos que con nuestro ejemplo los maleducamos). Somos libres para castigarlos con dureza y sentir que no hacemos nada malo. Somos libres para ensuciar las calles, pasarnos la luz roja, llegar siempre tarde a nuestros compromisos y hasta para ‘vivir plagiando’ sin un ápice de vergüenza. Somos libres para la insensibilidad, la falta de solidaridad y la indiferencia.
Somos libres para desinformar, para confundir y hasta para mentir deliberadamente. Somos libres para olvidarnos constantemente de nuestros deberes (pero tener –siempre- bien presente nuestros derechos). Somos libres para negar la existencia de Dios apelando al simple argumento de que Él no permitiría tantas desgracias y miserias. Somos libres para ser mezquinos, intolerantes y agresivos. Somos libres para el odio visceral y las rabietas.
Pero también somos libres para admirar el talento, alentar la creatividad y respetar a los demás. También somos libres para reconocer las buenas obras, los buenos tratos y la disposición al dialogo. Somos libres para ser agradecidos con aquellos que se esmeran por atendernos bien y satisfacer nuestras necesidades. Somos libres para destacar y admirar a muchos bomberos, policías, funcionarios y voluntarios que hacen bien su labor. Somos libres para emprender esfuerzos o para sumarnos y aportar al esfuerzo de otros. Somos libres para abrazar el buen humor, el positivismo y hasta para reírnos de nosotros mismos.
También somos libres para exigirnos menos informalidad, para comprometernos con nuestros deberes y con nuestra sociedad. Somos libres de reconocer que en medio de tanta indiferencia, siempre hay uno (a veces más), que hacen la diferencia. Somos libres para actuar en favor del más necesitado. Libres para agradecerle a Dios de que estemos vivos y que nuestros familiares aún nos acompañen. Somos libres para tratar cada día de ser mejores personas. Libres para darle a nuestros hijos y seres queridos mayor calidad (y calidez), de tiempo. Somos libres para amar y dejarnos amar. Libres para perdonar y olvidar las ofensas. Libres para corregir nuestros propios errores y para impedir que otros los cometan. Libres para sanar nuestras heridas del alma.
Finalmente, somos libres para liberarnos de aquello que nos hace esclavo de nuestra soberbia: La ignorancia.
«Largo tiempo el peruano oprimido, la ominosa cadena arrastró; condenado a una cruel servidumbre largo tiempo, largo tiempo, largo tiempo en silencio gimió…»
Marco Antonio Vásquez
Comunicador Social y NeuroEducador